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¿DULCE O TRUCO?

martes, 1 de noviembre de 2011

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¿DULCE O TRUCO?

Era halloween, no tenía más de un mes viviendo en Missouri, una pequeña ciudad en el centro de los Estados Unidos; había escapado de Venezuela y todos sus problemas políticos que no hacían más que atormentarme la existencia y prohibirme un montón de cosas que anhelaba hacer. Cada noche llamaba a mi mamá para saber como estaban todos; tenía pensado volver y llevarlos conmigo a Canadá, era allí donde realmente quería vivir.

Me despedí y colgué el teléfono, había frío... Fantástico –Pensé al observar por primera vez a través de ese gran ventanal de la sala esos pequeños copos de nieve caer desde el cielo, me parecía hermoso.

La chimenea estaba encendida junto con una pequeña lámpara que era lo único que iluminaba el lugar. Me acerqué hasta la mesa de café que estaba en la sala, frente a mí; Tomé mi cámara y caminé hasta el ventanal, quería fotografiar, necesitaba hacerlo.

Disparé las primeras 3 fotografías desde el interior de la casa antes de que me decidiera a salir para así lograr esas tomas que tanto quería; agarré la bufanda que estaba colgando allí detrás de la puerta y me la coloqué, giré la manilla y salí; No lo había notado, todas las casas, menos la mía estaban terroríficamente adornadas para celebrar esta noche. Lo había olvidado, ni siquiera sabía si tenía dulces para cuando vinieran todos esos niños, debía ingeniarme entonces una docena de trucos; después de todo la tradición del “Dulce o Truco” era algo que jamás iba a cambiar.

Pasé rápidamente las primeras tres fotos que había tomado y no habían quedado nada mal, pero quería algo diferente, por lo que seguí insistiendo. Disparé una ráfaga, varios primeros planos y otras panorámicas y nada, aun no lograba esa toma que tanto anhelaba. Intenté buscar otro ángulo, otro objeto, enfoqué el lente y seguidamente fui cautivado.

Cabello rubio y liso, sonrisa de comercial, labios rojos y esos ojos verdes en los que se reflejaba claramente todos, y cada uno de esos copos de nieve caer del cielo. Me quedé petrificado, tal y cual se petrificaban las personas, al observar directamente los ojos de esa criatura mítica llamada basilisco. Dejé escapar un suspiro y seguidamente perdí el equilibrio al notar que sus ojos me miraban fijamente; me estabilicé, giré la cámara y no pude evitar disparar fotos al azar, no quería parecer un paparazzi y mucho menos un acosador por quedarme mirándola a través del lente de mi cámara.

Fingí que me entraba una llamada al celular y “contesté”, a la distancia a la que estábamos, bastaba con solo simular palabras sin tener que producir ningún tipo de sonido. Apagué la cámara con una mano, mientras que con la otra sostenía el celular y continuaba simulando una llamada, caminé hasta la puerta de la casa y entré.

Estaba recién llegado y puesto a que no pasaba mucho tiempo en casa, no me había dado tiempo de conocer personas, mi inglés no era tan bueno y definitivamente no quería quedar como un completo idiota frente a mis vecinos; esperaba tan sólo que no se fuera dado cuenta que la miraba, no estaba muy seguro y no quería tener problemas.

Caminé hasta la cocina para tomar un poco del chocolate caliente que había preparado, me regresé de nuevo hasta la sala y comencé a ver las fotos mientras bebía el chocolate, había un par de fotos que me habían encantado pero ambas quedaron en segundo y tercer lugar luego de observar esa foto que accidentalmente le tomé a esa hermosa rubia que había visto. Empecé a detallarla con más insistencia cada vez, era hermosa.
Mi corazón dio un brinco al momento en el que sonó el timbre. Me levanté y abrí. Era una niña y un niño, ambos rubios y de ojos claros, la nena un poco más alta que el bebé, hermosos.
      ¿Dulce o truco? – Dijeron de forma simultánea ambos angelitos disfrazados de zombies.

Supongo que debía comenzar con un truco, el más sencillo, el de la moneda que aparece detrás de la oreja, no tenía dulces y hasta ahora era lo único que se me ocurría. No recordaba muy bien como hacerlo, hice mi primer intento y fracasé, un segundo y nada. Los niños estaban decepcionados y no se me ocurría nada más.

No sabía si agradecer que llegara su madre para decirles que se fueran a otra casa, puesto a que ella era la misma rubia a la que accidentalmente había fotografiado.
      Hola, un placer, Erys. – Dijo en perfecto inglés y con acento argentino.
      Hola –titubeé. — Me llamo Víctor. –añadí.
      ¿No te preparaste para el Halloween cierto? –preguntó
      No, lo olvidé. Olvidé comprar dulces; en Venezuela no se acostumbra a esto. Lo siento. –Me disculpé.
      ¿Hablas español? – preguntó sorprendida.
      Si, de hecho mi inglés no es tan bueno. –asentí.
      Entonces hablemos en español… -Sugirió cambiando instantáneamente el idioma.
      Genial… -sonreí.
      ¿Puedo pasar? –preguntó
      Claro, lo siento, adelante. –Sonreí de nuevo apenado.

Entramos a la casa y mientras yo cerraba la puerta ella se sentó frente a la chimenea…
      Buenas fotos –afirmó. — Disculpa que haya agarrado tu cámara, es que me vi en una foto… -dudó — y bueno, me dio curiosidad. –Añadió.
      Oh, lo siento. Que pena, esa foto fue un accidente. –Me acerqué y arrebaté de sus manos mi cámara para borrar la fotografía.
      No te preocupes, me gustan las fotografías. –afirmó.
      ¿Enserio? Estaba a punto de borrar esta.
      No lo hagas o me enojaré contigo. – Me miró fijamente insinuándose.
      Ok. –Dije mientras la miraba fijamente a los ojos.
      ¿Dulce o truco? – preguntó y mordió sus hermosos labios rojos.
      ¿Uh? – Dije confundido mientras intentaba inhalar ese aire que cada vez se hacía más denso.
      Si no tienes dulces, quiero ver que trucos tienes bajo…. –Sonrió. — ¿la manga? –añadió levantando una de sus cejas y rozando con su dedo índice mis labios.

Me acerqué mirándola fijamente a los ojos y la besé. Se me fue encima como leona indomable y me mordió el cuello. Toqué sus muslos y metí mis manos debajo de su diminuto camisón para desabrocharle el sostén y lentamente sentía como mi hombría crecía y se endurecía segundo a segundo. Me miró y sonrió al momento en el que arranqué su sostén y lo lancé a un lado. Se quitó la camisa y me dejó ver sus hermosos pechos blancos; coloqué ambos en cada una de mis manos y empecé a masajear suavemente en círculos mientras ella se relajaba y claramente se excitaba al sentir mi miembro eréctil debajo del pantalón. Besé sus pechos y lentamente subí por su cuello hasta llegar a sus labios. Me quité la camisa desesperado por llegar a hacer eso que tanto deseaba. Recorrió delicadamente con sus manos todo mi pecho y bajó a desabrochar mi pantalón. Inhalé aire excitado, desesperado, imaginando el montón de cosas que venían en camino y exhalé al sentir sus labios rosar mi miembro, su lengua recorrió mi glande en una danza rítmica con su mano durante 8 minutos, recogía esos mechones de cabellos que no hacían mas que estorbar y los sostuve haciendo presión sobre su cabeza.

Se levantó frente a mi y se quitó la ropa que estorbaba, se agachó una vez más y jugó con su lengua rozando la punta de mi pene; me terminó de sacar el pantalón y se lanzó sobre mí. La giré para quedar yo frente a ella, besé sus pechos y bajé beso a beso, pasando por su ombligo recorriendo cada una de sus piernas, desesperándola cada vez más, haciéndola desear que llegara rápido a su vagina; abrió sus piernas con delicadeza mientras se masturbaba desesperada, quité su mano con delicadeza y la mordí ligeramente. –Gimió- La besé, lamí y estimulé hasta el más mínimo rincón de su vagina usando mi lengua, durante unos 15 minutos.

Me levanté y la invité a acostarse en la pequeña mesa de café, me puse de rodillas y abrí sus piernas, no podía esperar un segundo mas, necesitaba penétrarla. Suavemente fui metiendo mi miembro dentro de ella hasta llegar al punto donde ya no podía entrar más. -Gimió de nuevo- Y comencé a mover mis caderas de atrás a adelante lentamente haciéndola gemir más y más de placer. Aceleré el ritmo excitado, con esa parte de mí dentro de ella, la miré y supe que estaba a punto de terminar; disminuí el ritmo y susurré con voz temblorosa: — Termina conmigo.

Sonrió, se sentó sobre la mesita y me llevó de nuevo al mueble. Me obligó a acostarme y se encimó sobre mí. Me encantaba que las mujeres tomaran el mando, que me hicieran lo que desearan. Se mantuvo con movimientos lentos sobre mí durante unos 10 minutos y luego no pude evitar encontrar una mejor posición para terminar placenteramente juntos.

La acosté sobre una de las esquinas del mueble con una pierna sobre el espaldar y otra en el suelo, coloqué una de mis piernas de rodillas sobre el mueble y la otra en el piso, introduje mi pene, esta vez sin delicadeza, y comencé nuevamente a mover mis caderas de atrás a adelante, con un ritmo no muy suave pero tampoco acelerado. Aumenté mi velocidad y escuché gemidos de placer de su parte durante los 20 minutos que me mantuve activo. No cumplí mi deseo de terminar juntos, ella acabó primero y luego yo terminé dentro de ella. Ambos dejamos escapar un suspiro, nos acomodamos cómodamente abrazados sobre el mueble y nos besamos.

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